Matteo caminaba por el pasillo del tribunal con pasos firmes, pero su mente estaba inquieta. Acababa de salir de una reunión tensa con el fiscal de la ciudad, un hombre de mirada calculadora que había mostrado una sonrisa falsa mientras le lanzaba lo que era, sin lugar a dudas, una amenaza velada.
—Señor Mancini, su reputación como abogado está en riesgo —había dicho el fiscal, dejando la taza de café sobre la mesa con un golpe seco—. Los rumores sobre su conexión con el pasado de su familia no son favorables. Si sigue investigando donde no debe, podría encontrarse enfrentando no solo una pérdida de confianza, sino también una sanción profesional.
Matteo había mantenido la calma en apariencia, pero por dentro, cada pal