El reloj marcaba la medianoche cuando Bianca, cansada de las evasivas, llegó al escondite de Luca. Había pasado horas armándose de valor, sabiendo que esta vez no aceptaría excusas. Necesitaba respuestas, y no se iría sin ellas.
Luca estaba sentado en su escritorio, con mapas y documentos esparcidos frente a él, trazando estrategias para lo que parecía una guerra inminente. Su rostro reflejaba el cansancio de alguien que había cargado con demasiadas responsabilidades durante demasiado tiempo. Pero cuando levantó la vista y vio a Bianca, su expresión endurecida se suavizó momentáneamente.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, su voz más suave de lo que pretendía.
—No voy a esperar más, Luca —respondió ella, cruzando la habitación con pasos decididos—. Necesito saber la verdad. Todo.
Luca sus