La mañana había comenzado con un aire inusualmente pesado en la mansión Mancini. Bianca despertó con el sol atravesando las cortinas de su habitación, pero la claridad de la luz no se reflejaba en su ánimo. Mientras se levantaba, las palabras de su madre resonaban en su mente: "Es hora de que pienses en tu futuro, Bianca. No puedes seguir siendo una vergüenza para nuestra familia."
Era como si estuvieran luchando por arrancarle su autonomía, como si su vida no fuera suya sino un guion escrito por otros. Se vistió con un sencillo vestido blanco, un contraste deliberado a la opulencia que su familia esperaba de ella. Ese día, no estaba dispuesta a ceder a sus reglas.
En otro rincón de Roma, Luca estaba sentado en su despacho improvisado, un lugar que había aprendido a llamar "hogar" más que su propia casa. El rostro de Bianca ocupaba todos sus pensamientos. Marco estaba frente a él, con un informe en la mano.
—Las cosas están complicándose, jefe. La banda rival está usando tácticas más