"Satisfecho". No "impresionado", no "encantado", solo "satisfecho". Un elogio a medias, sí, pero viniendo de Marcos Soler, era una victoria contundente, un triunfo inesperado.
-Felicidades, señorita Romero. Está contratada. El lunes a las ocho en punto, la esperamos. Su puesto es de asistente personal del director.
-Gracias, Doña Elena. Estoy... muy contenta.
-La emoción la invadió, una oleada de alivio y euforia, una liberación que la hizo sentir ligera como una pluma.
-Perfecto. La veo el lunes.
Clara colgó el teléfono, una sonrisa radiante se extendió por su rostro. Lo había logrado. Había pasado la prueba del halcón. Y ahora, el juego real comenzaba.
Se levantó, fue a la cocina y se preparó un café, esta vez con una ligereza en el paso que no sentía desde hacía meses, una alegría burbujeante que la inundaba.
El lunes, Clara volvió a la Editorial Soler con una sensación completamente diferente. Ya no era una aspirante, una intrusa, sino parte de la maquinaria, un engranaje más en