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La mañana siguiente, Clara llegó a Editorial Soler con una mezcla de nerviosismo y una renovada energía. El vestíbulo, que el día anterior le había parecido frío y distante, ahora se sentía como la puerta de entrada a un nuevo mundo. La secretaria, Doña Elena Prieto, una mujer de unos sesenta años con un moño perfectamente recogido y una sonrisa amable, la recibió con una calidez que contrastaba con la severidad de su jefe.

 

 

"Buenos días, señorita Romero. El señor Soler me ha indicado que le entregue esto." Doña Elena le tendió una elegante carpeta de cuero negro, pesada y voluminosa. "Contiene la información inicial para su proyecto. Si necesita algo más, no dude en consultarme."

 

 

Clara tomó la carpeta, sintiendo el peso de la responsabilidad. "Muchas gracias, Doña Elena."

 

 

"No hay de qué. Y por favor, llámeme Elena. Llevo aquí más años de los que me gustaría admitir. He visto pasar a muchos, pero pocos con el brillo en los ojos que tiene usted." Sus ojos, bondadosos y llenos de una sabiduría tácita, se posaron en Clara con una curiosidad genuina. "El señor Soler es un hombre... peculiar. Pero tiene buen ojo para el talento."

 

 

Clara asintió, sintiendo una punzada de esperanza. Quizás no todo sería tan gélido como la mirada de Marcos.

 

 

De vuelta en su apartamento, Clara abrió la carpeta con una mezcla de expectación y aprensión. Dentro, encontró un grueso dossier. No era una biografía detallada, ni un diario personal. Era una colección de documentos: recortes de prensa antiguos sobre la fundación de Editorial Soler por el padre de Marcos, informes financieros de la empresa a lo largo de los años, algunas fotografías borrosas de eventos corporativos, y una lista de nombres con breves descripciones: antiguos socios, empleados clave, figuras del sector editorial. No había nada íntimo, nada que revelara el alma del hombre.

 

 

La primera semana fue una inmersión profunda en el mundo de Marcos Soler, pero no en el hombre. Clara pasó horas en la biblioteca de su casa, rodeada de libros y papeles, intentando unir las piezas del rompecabezas. Investigó los recortes de prensa, buscando cualquier indicio de un evento significativo, una crisis, un triunfo que pudiera haber moldeado su carácter. Se zambulló en los informes financieros, intentando entender la evolución de la editorial bajo su liderazgo. Era evidente que Marcos había transformado la empresa familiar en un gigante, pero los documentos solo mostraban números, no las decisiones, los sacrificios o las batallas que habían llevado a ese éxito.

 

 

Se sentía frustrada. La información era puramente profesional, superficial. No había rastro del "hombre que ha visto lo peor de la naturaleza humana", del "hombre que ha sido traicionado". Era como intentar pintar un retrato sin haber visto el rostro del modelo. Marcos Soler era un enigma, y el dossier que le había proporcionado no hacía más que profundizar el misterio.

 

 

Intentó buscar en internet, pero la información pública sobre Marcos era escasa y cuidadosamente controlada. Artículos de negocios, entrevistas breves y formales donde hablaba de estrategias empresariales, nunca de sí mismo. Era una fortaleza inexpugnable, protegida por muros de hermetismo.

 

 

Clara empezó a sentir que chocaba contra una pared. ¿Cómo iba a escribir una novela de romance y realismo oscuro sobre un hombre del que solo conocía su faceta pública, su armadura de CEO? Necesitaba algo más, algo personal, algo que revelara sus vulnerabilidades, sus cicatrices.

 

 

Decidió que la única forma de avanzar era acercarse a la fuente. Concertó una cita con Marcos Soler.

 

La respuesta de Elena fue inmediata: "El señor Soler la recibirá mañana a las once."

 

 

Al día siguiente, Clara se encontró de nuevo en la imponente oficina de Marcos. Él estaba sentado en su escritorio, trabajando en su ordenador, y ni siquiera levantó la vista cuando ella entró.

 

 

"Señor Soler", dijo Clara, sintiendo un nudo en la garganta.

 

 

Él levantó la vista, sus ojos fríos y distantes. "Señorita Romero. ¿Algún problema?" Su tono era cortante, impaciente.

 

 

"Sí, de hecho", respondió Clara, intentando no dejarse intimidar. "He revisado el dossier que me proporcionó. Es muy completo en cuanto a la historia de la editorial, pero... necesito más. Necesito conocer al hombre, no solo al empresario. Necesito saber de su pasado, de esas traiciones de las que me habló. De lo que le ha convertido en quien es."

 

 

Marcos la miró fijamente, su expresión inescrutable. "Le proporcioné lo que considero relevante para el proyecto."

 

 

"Pero para una novela, señor Soler, lo relevante es la emoción, el conflicto humano. No puedo escribir una historia de romance y realismo oscuro si no tengo acceso a la oscuridad. Necesito más que recortes de prensa y balances financieros." Clara se atrevió a dar un paso adelante, apoyando las manos en el escritorio. "Necesito conocer su historia. Sus cicatrices. Sus demonios."

 

 

Marcos se reclinó en su silla, cruzándose de brazos. Su postura era defensiva, su mirada, una barrera infranqueable. "Mi vida privada no es parte de este acuerdo, señorita Romero. Le proporcionaré la información que considere necesaria, en el momento que considere oportuno."

 

 

"Pero señor Soler, ¿cómo espera que escriba una novela sobre usted si no me permite conocerle? Es como pedirle a un pintor que pinte un paisaje sin haberlo visto nunca." La frustración de Clara era palpable.

 

 

"Usted es una escritora. Su trabajo es crear. Utilice su imaginación. Para eso la he contratado." Su voz era un muro de hielo.

 

 

Clara sintió una oleada de ira. "Mi imaginación necesita una base, señor Soler. Necesita la verdad para construir una ficción creíble. Si quiere realismo oscuro, tiene que darme la oscuridad."

 

 

Marcos la miró con una expresión que Clara no pudo descifrar. Había algo en sus ojos, un destello fugaz, que parecía casi... herido. Pero desapareció tan rápido como apareció.

 

 

"No hay nada más que discutir, señorita Romero. Le sugiero que se concentre en el material que ya tiene. Y si no es capaz de encontrar la historia, quizás se equivocó al aceptar este proyecto."

 

 

Las palabras de Marcos fueron un golpe directo. Clara sintió el calor subir a sus mejillas. Estaba claro que no iba a obtener nada más de él por el momento. La frustración era abrumadora. Se dio la vuelta y salió de la oficina sin decir una palabra más, la carpeta pesando en sus manos como un recordatorio de su fracaso.

 

 

Marcos Soler era un muro impenetrable. Y Clara se dio cuenta de que su investigación no sería tan sencilla como había imaginado. Tendría que encontrar otras formas de desvelar el enigma que era Marcos Soler. La primera batalla había sido una derrota, pero la guerra por su historia apenas había comenzado.

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