Clara asintió. "No lo tendré, señor Soler. Gracias a usted, he encontrado una nueva voz."
Marcos la miró, y en sus ojos, Clara vio un destello de algo que no era ni frío ni distante. Era una mezcla de orgullo, de satisfacción y de una extraña... conexión. El gesto inesperado de Marcos, el champán, el reconocimiento, había roto otra barrera entre ellos. Y Clara se dio cuenta de que el hombre que había apodado "El Tirano" no era solo un enigma a desvelar, sino también un aliado inesperado, un mentor que la empujaba a alcanzar nuevas alturas. La pluma y la pasión se entrelazaban cada vez más, no solo en la novela, sino en la vida real.
El elogio de Marcos Soler y el brindis con champán habían dejado a Clara en un estado de euforia contenida. Sentía que había cruzado un umbral, no solo en su carrera como escritora, sino también en su compleja relación con el enigmático CEO. La novela, "El Editor de Acero", ya no era solo un proyecto, sino una extensión de su propia exploración de la verda