52. Una eternidad
Livia no volvió a casa esa noche. Garrett y ella, recuperaron el tiempo perdido. Disfrutaron cada minuto como si fuera el último de sus vidas. Su entrega, su pasión, su amor no dejó espacio para nada más que ellos dos.
El mundo entero desapareció por completo.
Los rayos del sol, descubrieron dos cuerpos enredados en la cama. Livia estaba acostada sobre el pecho duro y firme de Garrett. Su mano se aferraba al hombro masculino como si temiera perderlo.
Ella sonrió sin abrir los ojos.
Por fin se sentía bien con una decisión tomada, era como volver a casa después de una larga ausencia.
«Volver a casa», pensó. Quizá debía considerar hacerlo, ¿cuánto tiempo llevaba lejos de San Antonio? Livia podía jurar que se trataba de una eternidad, aunque en realidad habían pasado siete meses.
Siete largos e infelices meses.
—¿Estás despierta? —preguntó Garrett al sentir cómo se tensaba.
Ella no respondió de inmediato.
—¿Estás arrepentida? —continuó él, malinterpretando el silencio.
—