37. No seré tu amante
Garrett miró la hora en el reloj, había intentado entrar a la discoteca, apenas llegó; pero no hubo manera. El guardia aseguró que era un lugar exclusivo y si no mostraba su tarjeta como miembro, no podía entrar.
¿Desde cuándo se necesitaba tener una tarjeta para entrar a una discoteca? No tenía idea. Los últimos meses, toda la diversión que tuvo, fue la compañía de un libro o una revista en el hospital.
Con frustración, se recargó contra el capó de uno de los vehículos estacionados frente al centro nocturno. No iba a moverse de allí hasta ver salir a Livia, no importaba si tenía que esperar hasta el amanecer.
Incluso si era despreciado nuevamente por Livia, se arriesgaría. Garrett sacó un cigarrillo, lo encendió y le dio una profunda calada, cerró los ojos brevemente y dejó escapar el humo. Fue en ese momento en que escuchó la voz inconfundible de Livia.
—Oye, no me toques —murmuró Livia, su voz sonaba baja y confusa. Como si estuviera borracha.
Garrett abrió lo