17. Mírame, Livia
Ninguno de los dos hizo o dijo algo. Estaban ahí, quietos como dos estatuas, mirándose como si… Livia tragó saliva. Sus labios se pusieron repentinamente secos y los latidos de su corazón se aceleraron tanto que, pensó que se le saldría del pecho. Quería moverse, tirar de la toalla y cubrirme, pero al mismo tiempo, no quería hacerlo.
La mirada de Garrett quemaba su piel, era un cosquilleo que le recorría la piel y ella no perdía detalle. Quizá esperando que saliera, o tal vez, que cerrara la distancia que los separaba.
No importaba lo que fuera, pero que hiciera algo.
Un paso y luego otro, llevaron a Garrett junto a Livia. Él estaba hipnotizado con la belleza de Livia, era una perfecta tentación. Solo ella era capaz de hacer caer sus muros, lo hizo desde aquella vez en el jardín, aquel beso que lo dejó deseando más, pero consciente del difícil momento en que Livia atravesaba, no se permitió hacer nada.
Entonces, Garrett se había convencido de que las acciones de la