Knox se levantó del viejo y descolorido sillón, ni siquiera se molestó en despedirse, sencillamente, se marchó sin mirar atrás, pensando en lo idiota que había sido al confiar en que Nova sería distinta del resto de las mujeres. Debió ser más listo y no enamorarse, ahora, solo le quedaba enfrentar las consecuencias de haberse enamorado de la mujer equivocada.
Sus pasos eran lentos, mecánicos, como si no fuera capaz de sentir o de pensar. Como un robot, subió a su auto y salió de aquel barrio que jamás volvería a pisar en lo que le restaba de vida. Nova Lexington estaba muerta para él.
Nova, por el contrario, no era capaz de desconectarse del terrible dolor que le rasgaba el corazón. Dudaba entre quedarse y salir corriendo detrás de Knox, pero sabía que, aunque corriera, no iba a alcanzarlo, menos cuando el ruido estrepitoso de los neumáticos derrapando se escuchó. Se había ido.
Miró a su padre como si no lo reconociera, y luego a su madre, callada, incapaz de decir una sola palabra. Sus lágrimas brotaron como cascadas y no hizo intento de detenerlas.
—¿Por qué le has mentido? —preguntó en medio de un sollozo.
—Porque es la verdad, yo no tengo ningún hijo. Garrett está muerto para mí y de los muertos, no se habla en esta casa —respondió con rudeza.
—¡Pero Garrett no está muerto y es tu hijo!
—¡Para mí lo está! Y por tu propio bien, Nova, no me hagas perder el maldito tiempo recibiendo gente que no conozco y que no me interesa conocer, menos si son amigos de ese desagradecido que tienes por hermano. Ese tipo que solo piensa en él.
Nova se mordió el labio hasta sentir el sabor de su sangre para no salir en defensa de su hermano…
—No tienes idea de lo que has hecho, papá —musitó.
—Tengo cosas mejores que hacer que quedarme a verte llorar como una magdalena —respondió, levantándose del sillón, saliendo de la descuidada sala. Iba a beber, esa era su vida.
—Y tú, ¿por qué no dijiste nada, mamá?
La mujer negó, se limpió una caprichosa lágrima que corrió por su mejilla.
—Ya conoces a tu padre, Nova. No debiste traer a ese joven a nuestra casa y menos si quería saber de Garrett.
Nova ahogó un gemido lastimero. Ya el mal estaba hecho y lo peor era que Garrett había desaparecido. El destino parecía haberse ensañado con ella y de la peor manera.
Esa noche, Nova durmió poco. Estuvo llamando a Garrett, pero su hermano nunca atendió el teléfono. Temía que algo malo le hubiera sucedido, él nunca la hacía esperar, siempre estaba para ella, aunque no vivieran juntos por culpa de su padre.
Muy temprano por la mañana, Nova se despertó agitada. Tenía el estómago revuelto y corrió al baño con desesperación. No había comido nada la noche anterior, pero ella seguía arrodillada, aferrada al retrete y por poco vaciaba los intestinos.
Cuando se sintió mejor, se puso de pie. El cuerpo le temblaba y un sudor frío le corría por la cara y la espalda. Se miró en el viejo espejo y se asustó, parecía un alma en pena.
Con manos temblorosas se lavó el rostro y se enjuagó la boca mientras se preguntaba: ¿cuánto tiempo iba a poder ocultar su embarazo? El médico que la atendió en el hospital le había dicho que tenía ocho semanas. Pronto, la ropa iba a dejarle de quedar, se mordió el labio, provocando un nuevo sangrado y nuevas ganas de vomitar.
Nova se obligó a respirar varias veces para controlar las náuseas. Cuando se sintió mejor y lista para salir, lo hizo, encontrándose cara a cara con su padre. Por instinto, ella retrocedió, se llevó una mano al pecho para controlar la agitación de su corazón.
—Papá.
—¿Cuándo pensabas decirnos? —preguntó, dando un paso hacia ella.
El miedo la congeló en su sitio, miró la mano de su padre que se movía delante de sus ojos y estuvo a punto de desmayarse.
—¡Estás embarazada! —gritó, haciendo que ella se estremeciera y diera un brinco por el susto—. ¡Eres una cualquiera! ¡Una ramera! —le gritó, tomándola del brazo, la sacó del baño y la empujó contra la puerta.
—Papá, cálmate —pidió, levantando las manos, tratando de apaciguar a la bestia en la que se había convertido.
—Tu hermano y tú son la misma porquería. ¡Ninguno de ustedes me ha servido de nada! He gastado mi dinero en alimentar cuervos que a la menor oportunidad se vuelven en mi contra.
—Me haces daño, papá —gimoteó al sentir la presión de la mano de Roger sobre su garganta. Sus ojos se llenaron de lágrimas, los pulmones ardían por la falta de oxígeno. ¿Era así como iba a terminar todo? ¿Moriría a manos de su padre?
Tal vez era mejor, su vida era lamentable. Nunca tuvo una familia cariñosa, siempre temerosa de que, en cualquier momento, su padre la usara como moneda de cambio, así como trató de hacer con Garrett. Ellos no eran cosas, eran seres humanos con sentimientos y, en algún momento, fueron niños con hambre de cariño.
Niños.
Esa palabra bastó para recordar al bebé que crecía en su vientre y el miedo a que saliera herido le dio una valentía que jamás hubiera creído que tenía. Empujó a su padre con toda la fuerza que fue capaz de reunir y así, en pijama, salió huyendo de su casa.
Nova caminó por horas, se había ido sin su móvil, sin un centavo en el bolsillo y sin un bocado de comida en el estómago, pero eso no era lo importante. Solo esperaba que su mejor amiga pudiera ayudarla.
Después de Knox, solo confiaba en Abril.
Llamando la atención de la gente, Nova subió hasta el piso de su amiga. Estaba cansada, tenía el cuerpo empapado de sudor por las horas que había caminado y estaba lejos de sentirse segura o a salvo.
Presionó el timbre varias veces antes de que Abril le abriera la puerta. Tenía el cabello revuelto, se acababa de despertar.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, dejándola pasar.
—Me he ido de casa —confesó. Eso pareció despertar del todo a la joven mujer.
—¿Qué?
—Necesito que me ayudes, Abril. No puedo volver a casa y… he terminado con Knox.
El rostro de la mujer cambió de la sorpresa a la felicidad, pero Nova estaba demasiado ocupada con sus asuntos para notarlo.
—¿Terminaron?
—Sí.
—¿Por qué? —preguntó. Abril ni siquiera se molestó en ofrecerle un vaso con agua, deseosa por saber los motivos de la ruptura. Eso era lo que en verdad el interesaba.
—Estoy embarazada y él cree que lo he engañado —musitó, bajando la mirada.
Abril se puso de pie y miró a todos lados, temerosa de que sus padres escucharan la conversación.
Desde un inicio, su madre desaprobó su amistad con Nova debido a que no pertenecían al mismo círculo social, pero ella desatendió aquella orden de mantenerse alejada únicamente porque estar cerca de Nova, era estar cerca de Knox Ridley, era él quien le interesaba.
—Tienes que irte —dijo, sacando a Nova de sus pensamientos.
Ella lo miró confundida y hasta creyó que había escuchado mal, pero al ver el rostro serio de su amiga, comprendió que no.
—Lo siento mucho, pero no puedes quedarte. Si mis padres se enteran de que estás aquí, van a castigarme y no quiero problemas. Te daré un poco de dinero y ropa, eso es todo lo que puedo hacer por ti, Nova —dijo.
Ocultando el regocijo que sentía en su interior. Abril corrió a su habitación y volvió antes de que pasara un minuto. Traía una bolsa negra en las manos y se la entregó a Nova; tenía prisa por deshacerse de ella.
—Consigue un lugar donde cambiarte, cómprate algo de comida y… no vuelvas a buscarme.