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PERFECTO IDIOTA
PERFECTO IDIOTA
Por: Tory Sánchez
01. Un cheque en blanco

01. Un cheque en blanco

—Estoy embarazada.

El anuncio era el típico inicio de una novela cliché. Sin embargo, esta no era ninguna novela y Nova Lexington lo sabía. Nerviosa, esperaba la reacción de su novio, Knox Ridley. Uno de los herederos de una de las familias más prestigiosas y ricas del Estado.

Sin embargo, todo lo que había en la habitación era un denso silencio que ninguno se atrevía a romper.

Los ojos de Knox eran oscuros como el carbón, pero habían adquirido un brillo peligroso y hasta siniestro tras el anuncio de la mujer que se retorcía los dedos, mirándolo, esperando una reacción, una palabra. Algo que le indicara que la había escuchado.

Nova permanecía quieta como una estatua de mármol, como si temiera que una tormenta se desatara al menor movimiento.

—Knox, di algo —pidió, inquieta.

Eran jóvenes y pertenecían a distintas clases sociales, pero se amaban, ¿verdad? De repente, la duda la asaltó y fue como un latigazo atravesando su carne. El miedo hizo latir su corazón de manera desenfrenada.

Ella dio otro paso, arriesgándose, estiró la mano, intentando alcanzar el brazo de Knox. Él retrocedió, evitando su toque, y la miró con un desprecio que le sorprendió.

—Sé que no estaba en nuestros planes, que somos jóvenes, pero ya existe. Tendremos un bebé —susurró, mordiéndose el labio, para no echarse a llorar ante la mirada burlona de Knox.

—¿Tendremos un bebé? —preguntó y sin dejarla responder, continuó—: querrás decir, tendrás un bebé junto al hombre con el que me engañas.

Nova se tambaleó como si hubiese sido impactada por un guante de boxeo, abrió y cerró la boca sin emitir sonido o palabra alguna. Sorprendida por la respuesta de Knox. ¡Claro que no era lo que esperaba!

—¿De qué hablas? —preguntó al fin.

—¿De qué hablo? ¡Eres una cínica, Nova! —gritó, moviéndose por la sala, alborotando sus cabellos con rabia, como si estuviera conteniéndose para no tomarla de los hombros y sacudirla para que borrara esa cara de mustia que tenía. ¡No era ninguna inocente! —. Lo sé todo, Nova, y lo que no, no me interesa.

Ella no comprendía ni una sola de sus palabras. No tenía ni la menor idea de lo que hablaba. ¿Qué sabía?

—¿Cuánto tiempo creíste que ibas a jugar conmigo? ¿Te pareció divertido? —le cuestionó con rudeza y sin piedad—. Dime, sentiste bonito que un hombre de mi nivel se fijara en ti.

Esas palabras fueron como una daga atravesando el corazón de Nova; su mente no podría procesar toda la sarta de palabrerías que salían de los labios de Knox.

—¡No sé de lo que hablas! —gritó exasperada, deseando que todo esto solo fuese un mal sueño. Una horrible pesadilla para despertar.

Sin embargo, los minutos continuaron corriendo sin piedad y, aunque se pellizcó discretamente, nada sucedió. Esta era la dolorosa realidad.

—Entiendo que estés asustado, yo también me estoy muriendo de miedo, Knox, pero eso no te da ningún derecho a desconfiar de mí y a poner en tela de juicio mi honra.

—¿Honra? —la burla le hería más que mil cuchillos—. Tú ni siquiera conoces esa palabra —soltó.

Knox se inclinó y tomó el sobre marrón de la mesa de centro. Con una lentitud casi mortal, lo abrió y vació el contenido al piso.

Fotos y más fotos caían como gotas de lluvia y en cada una, se podía observar claramente la imagen de Nova siendo abrazada por otro hombre, comiendo con él en un restaurante sencillo. Incluso, saliendo de un apartamento que posiblemente estaba lleno de ratas y cucarachas.

—¿Acaso pensaste en mí como un cheque en blanco? —inquirió mientras Nova miraba las fotos sobre el piso. Había una en especial que llamó su interés. Era una foto donde aparentemente se besaba con ese hombre. Una toma que tenía la intención de dejarla como culpable.

Una risa escandalosa y nerviosa escapó de sus labios. Ahora lo entendía todo.

—¿Te causa gracia?

Ella negó.

—Él es Garrett, mi hermano —respondió.

Una ligera esperanza se abrió paso en el corazón de Knox, porque no, él no podía negar que se había sentido atraído por Nova casi de manera instantánea, tanto, que ni siquiera le había importado que no fuera de su círculo social. De hecho, eso la hacía más especial para él.

—¿Tu hermano?

Nova asintió

—Llévame con él y aclaremos esto de una vez —pidió y sin darle tiempo a procesar la orden, Knox la tomó del brazo con brusquedad y la llevó hasta su auto.

Él estaba dispuesto a arrodillarse para disculparse si comprobaba que Nova le decía la verdad, pero si le estaba mintiendo, ella iba a saber quién era y de lo que podía ser capaz de hacer.

El viaje fue tenso, el silencio era insoportable. Los dos iban concentrados, perdidos en sus mundos. Cada uno rogaba por cosas distintas.

—¿Es aquí? —preguntó sin verla.

—Sí.

Knox bajó del auto de un salto, bordeó con prisa el coche y le abrió la puerta. No le tendió la mano para ayudarla, por lo que ella bajó sola.

Caminaron juntos hasta una vieja y descolorida puerta. El olor a moho inundó las fosas nasales de Knox.

—Esto es una pocilga —gruñó con desprecio.

Nova no respondió, levantó la mano y golpeó la puerta. Llamó varias veces antes de que esta se abriese y apareciera un hombre que jamás en su vida había visto.

—¿Garrett Lexington? —preguntó Knox sin darle tiempo a Nova a salir de su sorpresa.

El hombre arrugó el entrecejo, tenía los ojos rojos, como si se hubiese drogado.

—No conozco a nadie con ese nombre —respondió, mirando con avaricia el Rolex en la muñeca de Knox.

Él le dedicó una mirada seria a Nova.

—Te juro que…

—¿Estás seguro de que no lo conoces? —preguntó, interrumpiéndola e ignorándola al mismo tiempo.

—Tan seguro como que el reloj que llevas en la muñeca vale una fortuna —respondió.

Knox se giró y dejó a Nova atrás. Ella tuvo que correr para alcanzarlo.

—No sé lo que pasó, mi hermano ha vivido los últimos meses aquí —dijo.

Él continuó en completo silencio.

—Por Dios, Knox, tienes que creerme.

—Sube —le ordenó.

Nova se quedó parada, pensando en una manera de comprobar su inocencia. Solo le quedaba un último recurso. Sus padres. Aunque eso, significaba confesarles que tenía novio y, de paso, que estaba embarazada, pero si quería que Knox confiara en ella, no tenía más remedio.

—Mis padres —musitó tan bajo que Knox no la escuchó y ella se dio cuenta al ver su semblante frío como el mármol—. Mis padres no pueden mentirte, ellos te dirán la verdad —dijo en voz alta.

Ahí estaba de nuevo, la maldita esperanza abriéndose paso por los turbulentos oleajes de emoción que experimentaba. Pero, ¿qué podía perder si visitaba a los padres de Nova? Nada.

Eso creyó porque su esperanza era más grande de lo que imaginaba, más grande de lo que le gustaba admitir, pero cuando estuvo delante de Roger Lexington todo, absolutamente todo se rompió, convirtiéndose en miles de fragmentos difíciles de pegar.

—Lo siento, pero no conozco a nadie con ese nombre y tampoco tengo un hijo que se llame así.

Nova abrió los ojos como platos ante la respuesta de su padre mientras su corazón se rompía en miles de pedazos. Su última esperanza se había desvanecido como agua entre los dedos.

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