Caroline lo esperaba en la puerta de la pensión, con un vestido sencillo que había elegido con más cuidado del que admitiría. Mariano apareció puntual, con esa seguridad tranquila que siempre lo acompañaba.
- "Luces hermosa", dijo Mariano, y la miró con admiración, como no solían mirarla. - "¿Siempre eres tan directo?", cuestionó Caroline, sin poder evitar sonreír con timidez. - "Prefiero no dejar dudas", contestó él, ofreciéndole el brazo. Caroline lo tomó, sintiendo la firmeza y la calidez de su contacto. Caminaron juntos hacia la plaza, donde la feria aún brillaba con luces y música. Entre risas compartieron comida y Mariano, sin pedir permiso, le compró un pañuelo de colores. Con cuidado, lo ató alrededor de su cuello. Sus dedos rozaron la piel suave de Caroline, y ella contuvo el aliento, estremeciéndose ante el contacto. - "Ahora sí", dijo él con una sonrisa tranquila. "Pareces de aquí".