Un sonido mezcla de sorpresa y protesta escapó de entre los labios de Marisa cuando Leonidas tomó uno de sus pies y empezó a darle un masaje con los pulgares en la planta.
Mientras iba sintiendo el mágico efecto del masaje, Marisa pensó que podría acostumbrarse fácilmente a aquello.
-¿Estás bien?
-¿Tratas de seducirme?
Leonidas sonrió.
-¿Está funcionando?
-Creo que no debería responder a eso.
-¿Te apetece contarme lo que ha pasado estos días?
-No especialmente -Marisa alzó la mirada para contemplar el rostro de Stavros. Estaba ligeramente demacrado, como si hubiera pasado por alguna situación especialmente tensa-. ¿Cuándo has dormido por última vez?
-¿Te preocupa mi bienestar, Marisa ?
Ella ignoró la pregunta.
-¿Tienes hambre?
-Menuda pregunta...
-Estoy hablando de comida.
-¿Quieres salir a comer algo’?
-Dependiendo de lo que tengas en tu nevera, podría preparar algo.
Leonidas miró a Marisa con expresión divertida.
-¿En serio?
Marisa sabía que, si seguía entre sus brazos, su resistenc