Capítulo XXII

Un ligero ruido llamó su atención mientras caminaba y, al instante, sintió que alguien la sujetaba por los hombros y trataban de tirarla al suelo.

Marisa se dejó llevar por el impulso y acabó en el suelo junto con su atacante. Este lanzó una patada que la alcanzó en las costillas, con lo que ganó unos segundos para ponerse en pie.

Era joven y delgado, pero llevaba un pasamontañas cubriéndole el rostro. Señaló el bolso de Marisa y al ver que ella no se lo entregaba trató de llevárselo.

Cualquiera con un poco de sangre fría se lo habría entregado, pero Marisa estaba muy enfadada. Unió ambas manos y lanzó un duró golpe hacia arriba contra la mandíbula del joven. Este dio un grito de dolor y a continuación salió corriendo.

Marisa se alegró más que nunca de su entrenamiento en artes marciales. Aún conservaba su bolso y su dignidad y, excepto por la patada en las costillas, estaba bien.

Un joven en una bicicleta se acercó a ella.

-¿Se encuentra bien, señorita? He visto al tipo. ¿Quiere que
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