Un ligero ruido llamó su atención mientras caminaba y, al instante, sintió que alguien la sujetaba por los hombros y trataban de tirarla al suelo.
Marisa se dejó llevar por el impulso y acabó en el suelo junto con su atacante. Este lanzó una patada que la alcanzó en las costillas, con lo que ganó unos segundos para ponerse en pie.
Era joven y delgado, pero llevaba un pasamontañas cubriéndole el rostro. Señaló el bolso de Marisa y al ver que ella no se lo entregaba trató de llevárselo.
Cualquiera con un poco de sangre fría se lo habría entregado, pero Marisa estaba muy enfadada. Unió ambas manos y lanzó un duró golpe hacia arriba contra la mandíbula del joven. Este dio un grito de dolor y a continuación salió corriendo.
Marisa se alegró más que nunca de su entrenamiento en artes marciales. Aún conservaba su bolso y su dignidad y, excepto por la patada en las costillas, estaba bien.
Un joven en una bicicleta se acercó a ella.
-¿Se encuentra bien, señorita? He visto al tipo. ¿Quiere que