Marisa lo hizo así y, cuando terminó, oyó que Leonidas mascullaba una maldición.
-Es evidente que decidiste no ir en coche al trabajo.
-El coche tenía dos ruedas pinchadas. Ya me he ocupado de que las sustituyan.
Se produjo un momentáneo silencio al otro lado de la línea.
-¿Por qué tengo la sensación de que no me lo estás contando todo? -al ver que Marisa no decía nada, Leonidas añadió-: Supongo que has denunciado lo sucedido a la policía, ¿no?
-Aún no.
-Haré que Cris se ocupe de eso. Voy a tomar el próximo vuelo de regreso.
-¿Bromeas?
-Te llamaré mañana -dijo Stavros.
Marisa sintió de pronto que ya había tenido suficiente.
-No hace ninguna falta -dijo, y colgó antes de que Leonidas pudiera responder.
Cuando el teléfono sonó diez minutos después, Marisa miró a Alice.
-Sí es Leonidas dije que no quiero volver a hablar con él esta noche.
Pero era Cris.
-Veo que las noticias vuelan -dijo Marisa cuando se puso, y oyó que Cris reía.
-¿Cómo estás?
-Bien. En serio.
-Me alegra oír eso. Pero h