Dentro del auto, el ambiente era aún más sofocante. Ivan era una presencia constante en torno a Alexander, imponente pero al mismo tiempo fácil de ignorar. En cambio, una vez dentro, Emilia se encontró con que Katerina estaba sentada en el asiento del copiloto, y cuando giró la cabeza para mirarla, sus ojos destilaban hostilidad palpable.
Alexander, a su lado, mantenía una expresión inescrutable mientras el vehículo avanzaba con rapidez por las calles vacías. El silencio se alargaba, interrumpido solo por el ronroneo constante del motor.
El humor ligero con el cual se marchó tras el encuentro en el vestidor se había evaporado, dejando atrás una versión de Sidorov que era asfixiante. El paso de los segundos solo amplia la tensión creciente, como si todos los miembros del carro esperasen la inminente explosión, calculando que tan dañados iban a salir del impact