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CONTRA LA ESPADA Y LA PARED

Alicia Michelle Morgan siempre había sido una mujer astuta. Criada en el imperio de su familia, entendía el poder, la ambición y la traición mejor que nadie. Pero incluso alguien como ella podía caer en una trampa bien tendida… una trampa tejida con precisión por Matteo Rossi, se conocen en el ámbito Empresarial, aunque los Morgan preferían mantenerse al margen de lo que ocurriría con la Familia Moretti en Italia, pero cuando si secretaria le ha informado de que Matteo Ricci estaba allí algo se removió en su estómago, Alicia agarra su teléfono y observa los mil mensajes y las mil llamadas de Marcus, pero prefiere ignorar por completo y apagar el móvil, entonces admitió a Matteo, cuando lo vio sintió que de aquí nada bueno podría salir.

Matteo era un hombre calculador. No actuaba por impulsos, sino que analizaba cada movimiento como en una partida de ajedrez. Y en este juego, Alicia Michelle era la reina que debía ser sacrificada.

Sabía que no podía obligarla directamente a acercarse a Dante. No, Alicia tenía un carácter fuerte, una mente brillante. Si intentaba doblegarla con la fuerza, ella encontraría la manera de huir.

Así que eligió el camino más seguro: hacer que no tuviera opción, y allí estaban frente a frente.

La empresa Morgan tenía muchas filiales alrededor del mundo, y Matteo se había asegurado de que una de ellas, la más estratégica en Europa, se encontrara en una situación financiera complicada. Claro que aquello no era real, los Morgan eran muy capaces de mantenerse a flote, pero Matteo no iba a fallarle a su jefe. No lo hizo de inmediato, claro. Todo fue orquestado en silencio, con transacciones disfrazadas, pérdidas disfrazadas de errores administrativos, inversiones que no se materializaron.

Alicia Michelle, al tomar el control de la empresa en ausencia de Aaron, se encontró con un informe preocupante. Las cuentas estaban en números rojos, y si no hacía algo rápido, esa filial—clave en el comercio internacional—se vendría abajo.

Y ahí es donde Matteo hizo su movimiento y ahora lo iba a plantear.

— Ricci, debo decir que es una sorpresa tenerte por mi Empresa.

— Estoy enterado de tus problemas, Señora Morgan, no solo financieros, también personales, pero aquello no tiene nada que ver conmigo.

— Tienes razón, así que...

—Tengo la solución a tu problema Empresarial —dijo, con su característica sonrisa enigmática, mientras dejaba una carpeta sobre el escritorio de Alicia.

Ella no se molestó en mirarlo, cruzada de brazos, con el ceño fruncido.

—No necesito tu ayuda.

Matteo no se inmutó.

—¿Estás segura? Porque si no consigues una inyección de capital en las próximas 48 horas, esa filial se declarará en bancarrota y tu hermano regresará a encontrar un desastre imposible de solucionar.

El corazón de Alicia dio un vuelco. Claro que lo había considerado. Tenía opciones, pero todas eran riesgosas. Necesitaba tiempo… y no lo tenía.

Finalmente, bajó la mirada hacia la carpeta.

—¿Qué es esto?

Matteo se inclinó sobre el escritorio.

—Un contrato de inversión. Alguien está dispuesto a salvar tu empresa, a cambio de una condición.

Alicia frunció el ceño y hojeó las páginas rápidamente. Entonces, sus manos se detuvieron.

El inversor era Dante Moretti.

Levantó la mirada, fulminando a Matteo con los ojos.

—Esto es una broma, ¿verdad?

Matteo sonrió.

—Para nada. Dante está dispuesto a salvarte.

Alicia sintió náuseas. Sabía lo que Dante quería. Desde hacía años, había escuchado que él elegía a las mujeres. No como una simple amante, sino como su esposa, como su posesión. Alicia siempre había dejado claro que jamás estaría con un hombre como él aunque siempre hablaba en tonos de broma con Viviana que pensaba que si llegaría a casarse con Dante, pero Alicia Michelle había jurado que nunca caería en su red.

Pero ahora, Dante había encontrado la manera de acorralarla a ella sin entender la razón del porqué ella era la elegida.

—Esto no es una inversión, es una compra.

—Si así lo quieres ver… —Matteo se encogió de hombros—. Dante solo quiere una cosa a cambio: que te cases con él, es muy viable aquella transacción.

Alicia sintió cómo la sangre le hervía.

—Jamás.

Matteo suspiró, como si de verdad lamentara su respuesta.

—Alicia, seamos realistas. No tienes otra opción. No hay bancos que te den el crédito en tan poco tiempo, ningún inversor confiará en una filial en crisis, tú no quieres darles problemas a tus padres y a tu hermano, es más, tú no quieres ser una decepción en la familia, imagínate que ya lo eres porque te han engañado. Dante es la única alternativa… o puedes dejar que tu empresa colapse y hacer que Aaron se enfrente a un escándalo cuando porque debe de arreglar los errores de su hermana y déjame decirte que tu padre y tu hermano lo mantuvieron siempre en la cima del poder a estas empresas.

Era un golpe bajo. Aaron había confiado en ella para manejar la empresa en Italia. Si fallaba, no solo se vería como una incompetente, sino que afectaría la reputación y el legado de su familia.

Alicia respiró hondo, tratando de mantener la compostura.

—¿Y si me niego?

Matteo ladeó la cabeza, divertido.

—No te obligaremos… pero si dices que no, el contrato desaparecerá, la empresa caerá, y tú serás la responsable. Dante no te pedirá una respuesta inmediata. Tienes 24 horas para pensarlo.

Alicia apretó los puños con fuerza.

Matteo se acercó un poco más, inclinándose hacia ella.

—Sabes que Dante puede darte más de lo que imaginas. Y créeme, si decides aceptar, te convertirás en una reina, no en una prisionera.

Alicia sintió el peso de esas palabras. Dante no solo quería tenerla, quería convertirla en su aliada, en su esposa, en su joya más preciada.

Pero ella no era una joya. Era una Morgan.

—Lárgate de mi oficina.

Matteo sonrió con arrogancia.

—Te veré mañana, Alicia. Estoy seguro de que tomarás la decisión correcta.

Y con esa última provocación, se retiró.

La Espada y la Pared, tal parece que aquel era su destino ahora mismo.

Alicia permaneció de pie en su oficina, sintiendo que el aire le faltaba.

Sabía que si aceptaba, perdería su libertad.

Pero si se negaba… lo perdería todo.

El reloj comenzaba a correr y ella estaba atrapada en aquel reloj de arena qué la dejaba ante una jaula de oro.

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