La luna parecía más hermosa aquella noche, como si su brillo plateado hubiera decidido envolverme en su manto para consolarme. Me quedé mirándola, absorta, mientras un suspiro escapaba de mis labios sin que pudiera evitarlo. Instintivamente, rocé mi brazo con la punta de los dedos, y el contacto con mi propia piel despertó una vieja memoria: las marcas de mi niñez, cicatrices que contaban una historia que nunca podría olvidar.
El peso de los recuerdos me atrapó sin aviso. Lágrimas silenciosas rodaron por mi rostro, amargas, inevitables. Estaba perdida en el dolor de lo que una vez fui, sumergida en el tormento de mi pasado, tan profundamente que no noté el instante exacto en que Kiran me rodeó la cintura. No fue hasta que su voz, suave y cálida, susurró en mi oído fue ahí cuando logré despertar de mi sufrimiento. —Creo que podría adivinar en qué estás pensando ahora mismo —susurró con un tono que no juzgaba, solo comprendía. Giré ligeramente, con la voz aún atrapada en mi pecho. —Kiran... ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar durmiendo? —Sí, pero la noche es hermosa. —Me miró con una nostalgia que me desarmó. Luego, con un dejo de preocupación, añadió—: Estoy preocupado por ti, Seegen. Desvié la mirada. No quería que me viera tan vulnerable. —No deberías estarlo, yo estoy bien —mentí. Él no respondió de inmediato. En cambio, tomó mi mano con una delicadeza que me estremeció y sostuvo mi mirada con una intensidad que hizo que mi corazón acelerara. —Debo tener claro lo que quiero hacer —murmure. —Lo sé. Y sabes bien que cuentas conmigo para lo que necesites, no importa lo que sea —sus palabras fueron una promesa firme—. Eso nunca cambiará. Mi lealtad y mi cariño están contigo. Agaché la cabeza. Nunca antes me había permitido mostrar debilidad, pero con él... con él era diferente. Me era imposible fingir fortaleza cuando su presencia desarmaba mis barreras. Y entonces lo dije. Sin pensar, sin vacilar. —Voy a matarlos a todos. Las palabras cayeron como un peso inevitable, como una verdad que ya no podía contener. Rechiné los dientes, sintiendo el fuego arder dentro de mí. —Ya sé lo que voy a hacer. Uno por uno, esos malditos caerán. No me importa quiénes sean ni cuánto sufran... pero toda esa familia morirá. Tomo mi mano con firmeza y sonrió. —Entonces vamos por ellos—Tomó mi barbilla y levantó mi cara hasta quedar frente a él—Pero primero debes descansar , ha sido un día muy largo para ti Puse mis manos sobre su pecho y con delicadeza le hablé—No quiero dormir Kiran—Me acerqué a su boca y lentamente fui besándolo,moviendo mi lengua delicadamente ,el me tomo de la cintura y de inmediato dejo de besarme . —¿Que estás haciendo Seegen?—Jadeo ,estaba más que excitado—No vuelvas a besarme Lo mire incrédula—No te creo,¿Y sabes por que?—Puse mi pierna justo en su pene—Por que tu cuerpo me pide a gritos cada que me acerco Trago saliva y sus grandes ojos cafés se posaron sobre mi,sin pensarlo deje caer mi bata y le mostré mi cuerpo desnudo,el no dejo de mirarme a los ojos ni un minuto . —Te estoy entregando mi cuerpo desnudo ¿No vas hacer nada? Empezó a tocar suavemente mi piel ,se acercó a mi cuello y comenzó a oler mi cabello ,puso su lengua fría sobre mis pezones y deje salir el primer suspiro .Nos miramos y comenzó a besarme sin algún control. Sonreí y me deje llevar por mis impulsos en un intento de olvidar un momento el infierno que estaba pasando . Me cargo y me llevo a la cama ,donde acaricio mi cuerpo con sus grandes manos ,de un momento a otro abrió mis piernas y comenzó a morderlas primero delicadamente ,y despues dejándome marcas en ellas recorrió mis senos con su lengua . Me tomo del cabello y metió su pene en medio de mis piernas,tome la sabana con fuerza y cerré los ojos mientras su perfume invadía mi nariz. Nuestros cuerpos comenzaron a sudar y el calor se apoderó de nosotros ,la forma que tenía de hacerle suya me encantaba.Dominaba mi cuerpo y mi mente en un solo momento . MÉXICO 1986 La sangre resbalaba por mi estómago, caliente, espesa, como un recordatorio brutal de que seguía viva. Me costaba respirar. El aire entraba a mis pulmones como cuchillas, cortándome desde dentro. No alcancé a incorporarme cuando otro golpe seco me quebró el vientre. Unos dedos ásperos se aferraron a mi cabello y tiraron con violencia, obligándome a alzar la cara. —¡Levántate del piso, gusano asqueroso! —Lo miré. Le faltaba un diente y su sonrisa torcida destilaba crueldad—. ¡No sirves para nada, estúpida! A lo lejos, Aleph me observaba desde una esquina, inmóvil, con una decepción que me atravesó más que los puños. Algo dentro de mí se rebeló. Me obligué a levantarme y lancé un golpe directo a su rostro. Pero él fue más rápido. Me derribó con facilidad, se abalanzó sobre mí y comenzó a golpearme sin piedad. No podía reaccionar, mi cuerpo se negaba a moverse. —¡Si no despiertas ese instinto de supervivencia, no me sirves de nada! ¿Me escuchas, Segeen? ¡No te quiero más aquí! Entonces, algo estalló en mi pecho. Un rugido primitivo me atravesó. Sin pensarlo, le mordí el brazo con la furia de un animal acorralado. Mis dientes se hundieron tan hondo que sentí cómo la carne cedía entre ellos. El grito que soltó fue mi liberación. Cayó de espaldas, presa del dolor, y yo me lancé sobre él. Cada golpe que le di fue una descarga, un grito que mi garganta no alcanzaba a expresar. Le tomé del cabello y le estrellé la cabeza contra el suelo, una y otra vez. La adrenalina me nublaba la vista y, en medio de aquella locura, comencé a gritar. No paré hasta que su cuerpo quedó inmóvil. Me levanté, jadeando, la sangre escurriéndome por la boca y los puños. Aleph se acercó lentamente. Su mirada me atravesó como una sentencia. —No es suficiente. Y sin aviso, su puño cayó sobre mi estómago. El mundo se desvaneció mientras mi cuerpo se desplomaba en el frío suelo. ACTUALLDAD Abrí los ojos. Afuera llovía, y la brisa húmeda se colaba por la ventana, acariciando la habitación como un susurro. Me quedé mirando el techo, inmóvil, hasta que lo supe con una claridad absoluta: hoy comenzaría mi venganza. Sentí el frío en la piel y noté que aún estaba desnuda. Me levanté despacio, tomé mi bata y me cubrí. Karim ya no estaba; se había ido como una sombra que se desvanece al amanecer. Me asomé al balcón para empaparme un poco de la lluvia, cuando lo vi: allí, de pie en medio del jardín, contemplando sus imponentes rosales como si no existiera nada más en el mundo. Me vestí rápidamente y bajé. Estaba a punto de cruzar el comedor ,donde se encontraba la puerta al jardín cuando me topé con Camila, la hermana menor de Marco. —¿Qué haces aquí? —A mí también me alegra verte, Cami—Lo dije con un tono sarcástico. —No me llames así. Soy Camila para ti. Y dime de una vez, ¿qué carajos haces aquí? —Vine a buscar a Marco. Necesito su ayuda. —Claro... así que solo apareces cuando te conviene. —Si lo quieres ver de esa manera. Yo prefiero decir que los extrañé. Camila se acercó. Su mirada era hielo puro. —Eres una maldita cínica. Nos quedamos frente a frente, en silencio tenso, hasta que Marco apareció. Al vernos, supo de inmediato que algo podía estallar. Se dirigió a Camila con calma. —¿Puedes dejarnos solos, por favor? Ella apartó la mirada de mí para enfocarse en él. —Espero que sepas lo que haces. Se fue sin decirme una palabra más. Marco me miró, decepcionado. Sin hablar, caminó hacia su oficina. Lo seguí. Allí, al menos, podríamos hablar sin testigos. —Parece que me odia —dije, apenas cerró la puerta. —¿Qué esperabas, Segeen? ¿Una fiesta de bienvenida? —Claro que no... pero no deja de doler su desprecio. Él se sentó con lentitud y me indicó que hiciera lo mismo. —Toda acción tiene su reacción, ¿no? —Lo sé. Pero no vine a hablar de eso. Vine porque ya tomé una decisión. —¿Sabes lo que vas a hacer? —Sí. Y necesito que estés conmigo. Porque voy a matarlos. A todos. Marco me miró, atónito. —¿A todos? —Así es. Y ya sé exactamente por quién voy a empezar.