37. Tablero de Ajedrez
El murmullo de los invitados apenas se disipaba cuando un tercer paso, más controlado y calculado, interrumpió la tensión entre Shaya, Santiago y Christian. Eryx.
Su presencia no era tan escandalosa como la de Christian ni tan posesiva como la de Santiago. Era distinta. El silencio parecía hacerse más pesado cuando él llegaba, como si la atmósfera reconociera que un nuevo equilibrio de poder estaba entrando en juego. Vestía un traje gris oscuro con corbata plateada, sencillo pero imponente. No necesitaba adornos; su autoridad nacía de otra parte.
Los ojos de Shaya lo encontraron y, por un instante, algo dentro de ella vaciló. Eryx no la miraba con deseo inmediato ni con furia posesiva. La miraba con esa calma peligrosa que parecía esconder océanos bajo la superficie.
Se detuvo frente a los tres, con una copa de whisky en la mano. Sonrió apenas, un gesto breve, casi invisible, pero suficiente para alterar el equilibrio de la noche.
—Qué interesante ver a tantos nombres poderosos congre