16. El Golpe final.
El silencio de la residencia Allen se había vuelto más pesado de lo habitual. Desde el día en que Shaya descubrió en los periódicos quién era realmente Eryx, el hombre no había vuelto a cruzarse en su camino. Se había esfumado como una sombra, sin avisos ni despedidas, dejando tras de sí solo la huella de una noche inolvidable y la incertidumbre punzante que lo acompañaba todo el tiempo.
La ama de llaves, una mujer de cabello gris recogido en un moño estricto, había sido la única en darle explicaciones.
—El señor Allen está en un viaje de negocios, señora Moore —le informó con la serenidad de alguien acostumbrado a que su jefe desapareciera por días sin dar detalles —No puedo decirle cuándo regresará.
Shaya asintió, aunque por dentro el vacío se le expandía. Era como si la residencia misma hubiera perdido parte de su alma sin la presencia de él. Cada rincón, cada pasillo, cada eco en los ventanales, le recordaba que ese hombre la había marcado. Y ahora se encontraba sola de nuevo, lid