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Operación: Propuesta
Operación: Propuesta
Por: PH.MUÑOZ
Una amistad de aquellas.

—¿Puedes apurar la marcha, Connelly? No quiero llegar tarde a la repartición de asientos en el bus— le dice su amigo al bello durmiente que aún intentaba abrir los ojos esa mañana.

—Debiste quedarte en tu casa, O’Connor, así no estarías refunfuñando—reclama el rubio ojitos de bosque al pelirrojo ojitos de piscina—¡Mierda que me duele la cabeza!

—Te dije que dejaras de beber después de la décima botella de cerveza, pero qué hizo el lindo, dárselas de machote y decirme “déjame beber en paz, la vida es una y solo se vive una vez”— le retruca el pelirrojo imitando su voz y haciendo comillas con sus dedos, en franco reclamo.

—¡Ya, basta! Lo entendí, pero es que esa peli negra con esas curvas de infarto, estaba de rechuparse los dedos y estuve a un tris de conseguir su teléfono.

—Y no conseguiste nada porque te emborrachaste, estúpido. Ya llegará el día en que te enamores de una chica y ahí te quiero ver, pimpollito.

—Deja de decirme así, sabes que me molesta que me digas pimpollito.

—Pues búscate una mujer que te libere por fin esos cojones y te dejo de decir así.

—¿Se pueden apresurar ustedes dos? Loren está esperando en el auto para ir a dejarnos a la escuela y el bus sale a las ocho treinta.

—¡Ay! llegó el niñito al que lo llevan a la escuela. Déjate de dramas, príncipe encantador. ¿No pudiste decirle que nos pasara a buscar a las ocho?

—Aaron, ¿qué no sabes la hora que es? Ya pasan de las siete treinta— le espeta el mayor de los hermanos O’Connor.

—¿ Qué? ¡No me jodas! Perdón, perdón ,James. Pero no me siento nada de bien.

—Pues, deja de beber a escondidas de tus papás y creyendo que el alcohol soluciona tus pésimas notas en la universidad y date una ducha, hueles pésimo. Tienes cinco minutos, pues la tía nos espera con el desayuno.

—¿Qué?

—Ya lo dijo mi hermano, cinco minutos pimpollito.

Los hermanos salieron de la habitación riéndose de su amigo, al final a ambos les encantaba molestarle, eran buenos amigos, desde niños, sus padres también lo fueron y por eso se habían criando en la casa de cada uno, es más, cuando la madre de los O’Connor falleció, los padres de Aaron fueron un gran apoyo para James padre y sus hijos.

Y así era para esos tres amigos, que más que amigos eran hermanos de distintos padres. No había cosa que esos tres no hicieran juntos, desde el jardín de niños, el internado Le Rosey y la universidad de Oxford, los tres habían estado juntos como los tres Mosqueteros. Por eso Aaron no les discutió lo que le estaban diciendo, se levantó como si un cohete le hubiesen puesto en su trasero y aunque se sentía de la patada, no pudo negar que las reprimendas de sus amigos le habían calado hondo.

Como siempre, sus amigos tenían la razón, otra vez se había emborrachado, algo que le estaba pasando seguido desde que empezó a tener problemas en la universidad y sus notas habían bajado, pero es que nadie lo entendía, el nunca quiso estudiar arquitectura. El quería ser pintor, ese había sido su sueño desde niño, pero no lo que querían sus padres para él como hijo único y heredero de la empresa de su padre como lo había sido para él. Así que dejó su sueño guardado en un rincón de su memoria y se había obligado a ser lo que querían sus padres para él.

En menos de cinco minutos, Aaron ya se estaba vistiendo y bajando por las escaleras de su casa, en el comedor se encontraban sus amigos y sus padres, con el desayuno servido y una buena conversación. A veces, Aaron se sentía celoso de la relación de sus amigos con sus padres y algunas veces pensaba que ellos podrían haber sido mejores hijos que él, pero negaba con su cabeza esos pensamientos y volvía a la realidad.

—Mi niño, ¿Qué te pasó? ¿Te sientes mal, mi tesoro? — le preguntó su madre cuando el muchacho se sentó junto a ella y sus amigos intentaban aguantar las risas que el comentario de la madre de Aaron les provocaba.

—Mamá— le reclamó en tono suplicante para que lo dejara de molestar.

—Déjalo ya mujer, Aaron ya no es un bebé y lo estás atosigando como si lo fuera.

—Perdón, pero Aaron es mi único hijo y nunca podré dejar de preocuparme por él.

—Tranquila, mamá. Estoy bien, un poco cansado de todo lo que estudiamos anoche, pero solo eso.

—Pues ya se nos está haciendo tarde, tía y sabes como se pone Loren con eso de la puntualidad —habla James, para zanjar el asunto y una vez más salvarle el culo a su amigo.

—Si, tiita bella, será mejor que nos vayamos, de verdad que no me quiero ir en los últimos asientos, me mareo—exclama en tono dramático, Chris y la tía se ríe de sus ocurrencias.

—Pues vayan con dios, mis niños y cuídense mucho.

—Gracias, mamá.

—Y no hagan desastres.

—¡Papá!

—No se preocupen, nosotros sabemos cuidarnos y le cuidaremos a su tesorito.

Después de los correspondientes besos y abrazos de la madre de Aaron, los chicos salieron y le entregaron los bolsos y sacos de dormir a un Loren que los mira un tanto molesto.

—No pienso correr con Alian Prost para llegar a tiempo.

—¿Ala qué?—pregunta Chris con su cara de niño bueno.

—Alain Prost, el corredor de fórmula uno, ¡Dios! Esto es increíble, estos niños no saben nada.

—Mejor vámonos Max Verstappen—le dice James y choca los cinco con Loren, mientras los otros dos los miran con cara de qué m****a hablan—. El ganador de la fórmula uno de este año, idiotas.

—Ah…— responden al mismo tiempo los amigos, mientras se aguantan la risa, así era su vida, una tranquila y acomodada, en donde sus futuros estaban meticulosamente establecidos y solo necesitaban ser un poquito, solo un poquito consciente de eso.

Al llegar al campus de la universidad, varios buses se encontraban estacionados para los alumnos que iban a los trabajos de invierno. Este año estarían en un poblado al norte de Manchester, una zona un tanto humilde, pero que necesitaba ayuda con urgencia y el decano de la escuela había conseguido que otras facultades pudieran participar para esta ocasión.

—Cuídense mucho, les eché repelente y un botiquín de primeros auxilios lo más completo posible, también van toallitas húmedas y alcohol para cualquier situación.

—¿Y unas botellas de whisky?

—¡Aaron!— reclamaron los hermanos, cuando el chico se queda mirando hacia uno de los buses donde va subiendo una hermosa castaña de ojos casi color del líquido ambarino.

La chica iba junto a varias otras y en su chaqueta se leía, facultad de medicina y enfermería.

—Creo que me he enamorado.

—¿Qué?—volvieron a hablar los hermanos al mismo tiempo y miraron hacia donde se había perdido la mirada de su amigo.

—Creo que lo perderemos antes de que lleguemos al lugar.

—Habrá que ser cauteloso, ya sabes como se pone este idiota frente a una falda.

—Y peor si es estudiante de medicina.

—No me quiero imaginar lo que alguna de ellas le puede hacer para sacárselo de encima.

—O peor para deshacerse de su cuerpo

—Ya basta ustedes dos, estoy aquí y ya lo he decretado esa castaña será mi esposa.

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