Por Louise Connelly
Bajamos casi corriendo del departamento, antes de que mi papito se diera cuenta de las carcajadas que soltamos cuando estuvimos en la calle.
—Eso fue genial, Nino Lauren, un trabajo magistral.
—Te lo dije, pequeña Leprechaun.
“No subestimes el poder de un mayordomo “
Dijimos al mismo tiempo, mientras el nino Lauren me ayudaba a colocar mi cinturón de seguridad y luego comenzara nuestro viaje. Íbamos riendo y él manejaba por las calles de la ciudad que aún, por la hora, estaban vacías.
—¿Cómo le fue en el vuelo señorita?
—Uy, de lo mejor, cómo será que mi papito me dijo por primera vez hija, con Shanny quedamos en estado de shock.
—Otro gran avance en nuestro plan maestro señorita mía.
—Pero ahí no acaba todo, me gustó mucho como me dijo mi pequeña ninfa.
Vi la cara de asombro que puso el nino Lauren, pero no dijo nada, volvió a su cara profesional y carraspeó.
—Ahora tenemos que saber quién es el plomero que se preocupará por el pequeño desastre que hice y seguir c