Cap. 25 ¿Qué alerta?
Elsa estaba allí, con un vestido que era un arma de seda negra y una sonrisa que podría cortar diamantes.
—Vaya, vaya —dijo Elsa, con una voz que sonó clara y cortante en medio de las risitas.
—¿Conque aquí están las distinguidas señoritas Bianchi, impartiendo lecciones de moral familiar? Qué educativo.
Las gemelas se quedaron boquiabiertas, pero fue Emanuela quien reaccionó primero.
—Elsa. Qué… sorpresa. Pensé que estarías consolando a tu amiga desequilibrada.
—Oh, Dayana está perfectamente —replicó Elsa, recorriendo con la mirada a cada una de las amigas presentes.
—Pero yo vine a hacer una advertencia pública, ya que ustedes están tan interesadas en los asuntos privados de los demás.
Se inclinó un poco sobre la mesa, como si fuera a contar un secreto, pero su voz se proyectó lo suficiente para que las mesas vecinas pudieran oír.
—Resulta, queridas todas —dijo, mirando a las amigas de las gemelas—, que estas dos no solo están de acuerdo con que los hombres mantengan amantes y las em