Tomo el móvil, buscó la última llamada que recibí y que yo mismo me realicé cuando encontré el móvil de Ofelia en su cartera y vi venir a Amanda. No podía perder mucho tiempo por lo que mi ingenio me llevó a hacerlo. Aprovecho de guardar su número telefónico, la duda de si debo o no llamarla me invade y paraliza momentáneamente.
Sin embargo, me arriesgo. Marco su número y aguardo a escuchar su dulce voz. El teléfono repica varias veces, estoy por desistir cuando escucho del otro lado su voz. ¡Es ella! Suspiro y mi corazón se acelera como el de un chico de quince años que está en su primera cita de amor.
—¿Sí? —pregunta ella.— ¿Quién es? —cuestiona con un tono algo hostil.
—Ofelia, soy yo. Rodrigo.
Un silencio absoluto se siente del otro lado del teléfono, sé que tal vez sigue enojada por lo que pasó en la funeraria.
—No puedo hablar ahora, te llamo luego —responde, desligando la llamada.
Me quedo pensativo, analizando sus palabras. ¿Su esposo estaba cerca? ¿Lo hizo para evi