El aire en la habitación cambió.
Lo sentí antes de verlo.
Un ligero cambio en la tensión, un peso invisible que se filtró en el ambiente como un veneno sutil.
Algo no estaba bien.
Guillermo aún sonreía, satisfecho con mi supuesta rendición, pero sus ojos... sus ojos decían otra cosa.
Desconfianza.
Duda.
Maldición.
Mantuve mi postura relajada, pero cada fibra de mi cuerpo estaba alerta, preparada para correr, para pelear, para hacer lo que fuera necesario.
Mi teléfono vibró nuevamente en mi b
El auto rugió contra la carretera, devorando kilómetros mientras el peligro se desvanecía en el espejo retrovisor.Pero no importaba cuánto corriéramos.No importaba qué tan lejos llegáramos.El peligro nos seguiría hasta que uno de los dos bandos desapareciera por completo.Santiago estaba recostado contra el asiento, con el rostro pálido, el ceño fruncido por el dolor.Su camisa estaba empapada de sangre en el costado, y aunque intentaba mantenerse firme, podía ver cómo su respiración era cada vez más pesada.Yo estaba herida, pero su dolor me dolía más.
El amanecer se filtraba por las ventanas sucias del refugio, pintando la habitación con un tono dorado que contrastaba con la oscuridad en nuestras almas.Santiago aún dormía a mi lado, su cuerpo cálido y pesado contra el mío. Su respiración era tranquila, aunque su ceño seguía fruncido incluso en el sueño, como si ni siquiera en ese estado pudiera permitirse bajar la guardia.Lo observé en silencio, grabando en mi mente cada línea de su rostro, cada cicatriz que contaba una historia que aún no me había contado por completo.Sabía que esta paz era un espejismo.Sabía que el tiempo se nos estaba acabando.Y cuando el teléfono de
La sangre palpitaba en mis sienes, el sabor metálico del miedo se aferraba a mi lengua mientras nos arrastraban fuera del refugio.Todo había sucedido demasiado rápido.Los hombres de Guillermo nos rodearon antes de que pudiéramos reaccionar. Laura intentó pelear, disparó hasta su último cartucho, pero fueron demasiados.Nos superaban en número, en armas, en estrategia.Y ahora, con las manos atadas a la espalda, el frío del metal quemándome la piel, no quedaba nada más que aceptar la realidad: habíamos caído en la trampa.Nos capturaron.Nos llevaron lejos.Y no t
La puerta se cerró con un golpe seco.El eco retumbó en la habitación como un martillazo final.Y con ese sonido, supe que Santiago ya no estaba ahí.Se lo habían llevado.Lo habían sacado a la fuerza, arrastrándolo lejos de mí, lejos de este infierno en el que acababa de encerrarme voluntariamente.Mi corazón martillaba con fuerza contra mi pecho, pero no permití que el miedo se filtrara en mi expresión.No podía darles eso.Guillermo me observaba desde el otro lado de la habitación, con una sonrisa satisfecha dibujada en sus labios.
La noche era un manto denso y sofocante.El aire olía a pólvora, a peligro, a la inminente tormenta que estaba por desatarse.Santiago apretó el arma entre sus manos mientras observaba la imponente estructura frente a él.La guarida de Guillermo.Un edificio abandonado en el corazón del puerto, lejos de la ciudad, donde nadie escucharía los gritos, donde nadie interferiría en el juego de poder que estaba a punto de llegar a su final.Sofía estaba ahí dentro.Y esta vez, no pensaba dejarla atrás.Los hombres de Santiago se movieron en la s
El aire olía a cenizas y pólvora.Las llamas aún devoraban lo que quedaba de la fortaleza de Guillermo, lanzando columnas de humo negro al cielo.Cada explosión había dejado grietas en la tierra, escombros desperdigados, cuerpos inertes esparcidos entre las ruinas.Pero estábamos vivos.Sofía estaba viva.Y eso era lo único que importaba.Las sirenas perforaron la quietud de la madrugada, acercándose con rapidez.Luces rojas y azules parpadeaban en la distancia mientras las unidades policiales y los vehículos negros del FBI se deten&iacut
El cuerpo de Santiago sanaba más rápido que su mente.Las heridas superficiales cerraban con cada día que pasaba, los moretones se desvanecían, su piel volvía a ser la misma de siempre.Pero sus ojos…Sus ojos ya no eran los mismos.Se movía con una tensión constante, siempre alerta, siempre midiendo cada sombra, cada sonido, cada rostro desconocido.Había dejado de dormir bien.Yo lo notaba.Incluso cuando él intentaba ocultarlo.El regreso a la empresa fue extraño.Después de todo lo que había pasado, después de haber visto la muerte de cerca más veces de las que podía contar, caminar de nuevo por los pasillos de Ferrer & Asociados se sintió irreal.Las personas nos miraban con curiosidad, con respeto… co
El miedo no desapareció.Se transformó.Ya no era el tipo de terror que paraliza, que te deja sin aire ni opciones.Era peor.Ahora se sentía como un par de ojos invisibles observándome en cada esquina. Como una sombra sigilosa que se deslizaba entre la multitud.Como un susurro apenas audible en la brisa nocturna.La certeza de que algo acechaba.Y que no importaba cuánto corriéramos… no habíamos escapado.Comencé a notar las señales en pequeños detalles.