El aire en la habitación cambió.
Lo sentí antes de verlo.
Un ligero cambio en la tensión, un peso invisible que se filtró en el ambiente como un veneno sutil.
Algo no estaba bien.
Guillermo aún sonreía, satisfecho con mi supuesta rendición, pero sus ojos... sus ojos decían otra cosa.
Desconfianza.
Duda.
Maldición.
Mantuve mi postura relajada, pero cada fibra de mi cuerpo estaba alerta, preparada para correr, para pelear, para hacer lo que fuera necesario.
Mi teléfono vibró nuevamente en mi b