CAPÍTULO 35
ALAY BENJAMIN.
Dejar la bolsita arriba de la cama y simplemente contemplarla. No es normal que sienta que, si la abro y veo el obsequio, estoy traicionando a mi madre. No es normal que sienta curiosidad por querer conocer a mi familia materna. Tampoco es normal lo que le hicieron a ella solo por su beneficio y eso me lleve a pensar qué podrían llegar a hacerme a mí.
Entonces, con esas últimas palabras cruzadas por mi mente decido guardar el regalo en uno de los cajones de la mesa de noche y dejarlo allí hasta que quiera hacerlo. Quizás es un anillo, un collar o algo simbólico relacionado con lo familiar.
Aprieto los labios. Es normal que desconfíe ¿o no?
Mirando el cajón me sobresalto en cuanto escucho que Alan entra a la habitación. Ya son las siete de la noche y pronto oscurecerá. El cielo ya empieza a ponerse oscuro.
Alan se frena al mirarme. Lleva trae y maletín y está vestido con el uniforme gris asqueroso del palacio.
—Hola—me saluda en un suspiro—¿qué haces