88. Quiero que mi mundo sea el tuyo
El arrebato de aquel beso se sintió como si el mundo a su alrededor se hubiese detenido, como si todo hubiese al fin desaparecido y ahora la felicidad la estaban alcanzando con sus propias manos.
Se separaron por la falta de aliento y recargaron la frente contra la del otro mientras sonreían.
— No puedo creer que de verdad estés aquí — musitó, con el pecho subiéndole y bajando de la eufórica, de la emoción.
Ella se ocultó un pequeño mechón detrás de la oreja.
— Si quieres, me voy — dijo a modo de juego e intentó separarse.
Él la tomó fiero y posesivo de la cintura.
— Ni lo pienses, ahora que sé que te tengo, no te dejaré escapar.
— De hecho… no pensaba irme a ningún lado… ya no — sonrió, feliz —. Quiero estar aquí, así, por siempre.
Los ojos del CEO brillaron de emociones inesperadas.
— No sabes lo feliz que me hace escucharte decir eso, An — dijo sincero, acunando sus mejillas y robándole un nuevo y casto beso. Ella se saboreó los labios —. Vamos a sentarnos, quiero que me cu