65. Celos repentinos
— Dígame, doctor — dijo cuando entraron al consultorio.
El hombre tomó una profunda respiración y se giró.
— Su esposa tenía razón respecto a la enfermera — espetó, un tanto apenado.
Santos entornó los ojos.
— ¿A qué se refiere exactamente?
Enseguida, el hombre lo puso al tanto de todo. La mujer había querido administrarle un líquido mortal al bebé.
El pulso del CEO se disparó súbitamente.
— ¡¿Cómo es posible que algo así suceda en un hospital de este nivel?! — exigió saber, molesto — ¡¿Dónde está?! ¡¿Dónde está esa mujer?!
— No se preocupe, señor, ahora mismo las autoridades vienen de camino y los guardias la tienen retenida.
— ¿Dónde?
— Señor…
— ¡Dígame!
— La tienen en el cuarto de cámaras de vigilancia — confesó, y sin esperar a más, él se dirigió hasta allí.
Entró como alma que llevaba el diablo. La mujer abrió los ojos ante la presencia masculina.
— ¿Quién te mandó? — fue lo primero que preguntó, pues sabía que esto no podía ser obra de una simple enfermera.
— Señor