64. Quiero a Ana Paula en mi vida
Tan pronto aquella preciosa joven entró a la habitación en la que se encontraba su pequeño hijo y lo tomó en brazos, sintió que el alma regresaba a su cuerpo.
— Oh, mi pequeño — sollozó sin poder evitarlo, notando que estaba muy caliente, eso la inquietó muchísimo. Estaba tan pequeño e indefenso.
Una enfermera se asomó por la puerta un segundo después.
Ella alzó el rostro, informándole enseguida.
— Tiene mucha temperatura — expresó con lágrimas en los ojos.
— Ya le dimos lo necesario para bajarla.
— ¿Hace cuánto? — quiso saber, desconfiada.
— Treinta minutos, cuarenta quizás.
Ella negó.
— Debería haberle bajado desde entonces. Tienen que hacer algo más — pidió, asustada y nerviosa, meciendo a su bebé.
La mujer la miró con recelo y suspiró largo.
— ¿Intenta decir que no hacemos nuestro trabajo?
— No, no he dicho eso, es solo que…
— Es solo que está insinuando lo que no debe — interrumpió de forma áspera —. Entrégueme al bebé, por favor.
— ¿Qué? ¿Por qué?
— ¿Quiere que le