63. Todavia eres mi esposa
“Querida esposa, perdóname”.
Aquellas fueron las últimas palabras que escuchó Ana Paula antes de sentir que las fuerzas la abandonaban y perdiera el conocimiento.
Minutos más tarde, despertó de a poco, completamente desorientada. Primero experimentó un pequeño dolor de cabeza y luego una sensación de pesadez.
— Auch! — se quejó levemente, preguntándose qué le había ocurrido.
— ¿Ana Paula? — alguien llamó, y tan pronto ella reconoció aquella voz, sus ojos se abrieron de infarto.
— ¿Qué estás haciendo aquí? — preguntó al incorporarse, inspeccionando rápido a su alrededor. Estaban en la habitación. Se escandalizó — ¿Cómo llegué aquí?
— Yo te traje.
— ¿Por qué? ¿Con qué derecho?
— Te has desmayado, ¿no recuerdas nada? — le preguntó él a cambio, seriamente preocupado.
Hace apenas un día había dejado la mansión y parecía que fueron cien años los que pasaron sobre ella.
Tenía ojeras profundas y una tristeza en los ojos que no iba a poder perdonarse jamás, pues todo era su culpa. Su