42. ¡¿Qué fue lo que le diste a mi esposa?!
— Ana Paula, ella… — se llevó las manos al centro del estómago. Las náuseas la invadieron.
— Está bien, por suerte.
— ¿Y el bebé? Dios… ¿Mi sobrino cómo está?
— Los dos están fuera de peligro.
Elizabeth soltó un jadeo de alivio, aunque mezclado con la culpa, y cerró los ojos, ajena a que nuevas lágrimas se derramaran por sus mejillas.
— Debo ir… debo decirle a Santos que fui yo — musitó con increíble culpa.
— Beth, ¿De qué estás hablando?
— De que fui yo. Fui yo quien quiso envenenar a Ana Paula.
Leonas cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás un segundo, buscando recomponerse.
— ¿Por qué harías una cosa así? — ella negó — Beth…
— Llévame con Santos, por favor, debo decirle, debo hacerlo y que él me aplique el castigo que merezco.
— No — decidió él, entonces se asomó por la puerta — ¡Nana! ¡Nana!
La mujer, que estaba en el jardín, apareció en seguida.
— Dígame, señor.
— La señora Elizabeth se quedará aquí hasta que yo regrese y no tiene autorizado salir — decidió, le q