41. Te vi con una mujer, Leonas
Pasados unos largos segundos, todavía en completo silencio, con la sangre corriendo vertiginosa por su torrente sanguíneo y con las manos convertidas en dos puños fuertemente apretados, salió de allí.
No necesitó de una explicación que buscara llegar al fondo de aquello. Habían intentado envenenar a su esposa y el culpable tenía nombre y apellido: Renato Castanho
— ¡Santos! ¡Santos, espera! — le pidió su amigo, pero él no se detuvo, al menos no hasta que lo tomó del brazo — ¿Qué pasa? ¿Qué vas a hacer?
— ¿Cuánto tiempo más va a permanecer Ana Paula aquí? — preguntó en respuesta.
— No lo sé, quizás unas pocas horas más o un día entero, todo depende.
Él asintió, y emprendió camino otra vez.
— ¡Pero…! ¡Santos!
Santos entró a la habitación de Ana Paula. Reía de algo que le había dicho su madre.
— Hijo, que bueno que…
— Madre, voy a necesitar que se queden con Ana Paula durante unas horas hasta que yo vuelva.
— Claro, hijo, pero… ¿Por qué? ¿Para dónde vas?
— Después te cuento.
—