30. Yo podría curarte
— Me dijo una mucama que querías verme — mencionó Elizabeth a su hermano al entrar al salón.
Santos caminaba de un lado a otro cuando alzó la vista. Leonas también estaba allí.
— Beth, creo que sabes perfectamente lo que voy a pedirte.
Ella pasó un trago.
— Santos…
— No lo quiero más en esta casa, no lo quiero ni siquiera cerca de ti o de Raquel. Tiene que irse. Tienes que divorciarte.
Elizabeth bajó la mirada y jugó con sus dedos.
— Es mi esposo, santos — musitó — No sé por qué discutieron de esa forma ni porque llegaron a los golpes, pero…
— ¡Pues lo sabrás ahora! Renato ha estado amenazando a mi esposa, y no conforme con eso, ha intentado atacarla una vez.
Elizabeth alzó el rostro y abrió los ojos.
— ¿Qué…?
— Beth, escucha — se acercó a ella y tomó su mano con cariño —… no solo estoy haciendo esto por proteger a mi esposa, sino a ti que eres mi hermana, además, me sobran motivos para creer que Renato te… maltrata.
Ella retrocedió un paso y miró a Leonas por un microsegun