Se encontraba lista para irse cuando le informaron que no podía abandonar el departamento.
—¿De qué hablan? Necesito salir —les dijo al par de hombres que acababa de instalarse en la sala como si nada.
—Son órdenes.
—¿Órdenes? —frunció el ceño sin comprender.
—Así es.
—¿De qué está hablando este sujeto, Selene? —le preguntó su madre, acercándose junto con su hermana. Ambas se veían muy asustadas, y no era para menos—. ¿Cómo es eso de que no podemos salir?
Ella se encogió de hombros porque tenía la misma duda.
—Ya vuelvo —se apartó para buscar su teléfono y llamar a la única persona que podía darle una respuesta.
Al primer tono fue contestada la llamada, y antes de que pudiera comenzar con los reclamos, él le dijo:
—Sabía que lo primero que harías sería buscar salir corriendo. No vas a hacerlo —habló como si fuera algo que estuviera en su poder decidir.
—¿De qué estás hablando? —apretó el teléfono hasta que sus nudillos se pusieron blancos; comenzaba a sentir impotencia—. Hay dos hombr