Al día siguiente, le ordenaron a su madre desalojar la casa.
Llevaban toda la vida alquiladas en ese lugar, pagando puntualmente la renta, manteniendo una buena relación con el dueño, para que de pronto simplemente apareciera diciendo que había concretado una increíble venta y que la condición era entregarle la casa al comprador ese mismo día.
—Deben irse —insistió el hombre, sin el menor rastro de la actitud amistosa que había utilizado en el pasado.
—Señor Ortiz, no nos estamos negando a desalojar —trató de conciliar—. Pero este tipo de cosas… deberían hacerse con una previa notificación. ¿No siente que está siendo injusto al aparecer así? ¿Le hemos dado motivos para este tipo de trato?
—Chica, no es nada en contra de ustedes —respondió sin la menor culpa—. De verdad creo que han sido buenas personas. Pero esto se trata de negocios. El comprador está dispuesto a pagar cinco veces el valor de esta casa si se la entrego hoy mismo y no pienso perder esta oportunidad.
—Pero…
—Desalojen