Cuando llegó al departamento, ella ya no estaba. Se había ido.
Sintió el impulso de dar media vuelta e ir a buscarla, pero se detuvo.
Se sentó en el sofá con un gesto de cansancio y observó nuevamente aquel portarretrato.
Su imagen y la de Isabella le devolvieron la mirada. Los dos estaban sonriendo. Los dos se veían como una pareja enamorada.
Pero solamente él sabía que no la amaba. De hecho, no sabía qué era eso. Sin embargo, para que un matrimonio funcionara no era siempre necesario que existiera amor.
Solamente le bastaba con que Isabella fuera una buena esposa. Del resto, cumpliría con su parte del papel: supliría, satisfaría sus caprichos y… tendría una vida oculta que ella no podría descubrir.
Isabella sería su esposa y Selene su amante.
Hizo una mueca, considerándolo desde otro ángulo… no se suponía que fuera así. Estaba casi convencido de que podría cortar los lazos con Selene en cuanto se cumpliera el tiempo de finalización del contrato.
Pero había pasado algo en las