Caterine le dio un sorbo a su limonada antes de levantar la mirada.
—Entonces, ¿piensas decirnos qué sucede o vas a quedarte en silencio por el resto de la tarde? —preguntó Nerea con los brazos cruzados.
—¿Qué les hace creer que sucede algo? —respondió a la defensiva, evitando su mirada.
Su hermana mayor arqueó una ceja y le dedicó una de esas miradas implacables que tan bien había aprendido de su padre. Caterine se esforzó para no encogerse como una niña pequeña que había sido atrapada haciendo una travesura.
—No has dicho casi nada desde que llegamos —señaló—, y eso fue hace como… —miró su reloj— quince minutos. Es demasiado tiempo en silencio para alguien como tú.
—Solo estoy practicando ser más introspectiva —intentó bromear y soltó una risa que sonó falsa incluso a sus propios oídos.
—Déjate de tonterías y suéltalo ya —insistió Nerea con impaciencia—. De todas formas, terminaremos por hacerte hablar. De las tres eres la que peor guarda un secreto.
Caterine se mordió el labio, bus