Corleone alzó la mirada en cuanto escuchó los golpes en la puerta de su despacho. Un instante después Amadeo abrió la puerta y entró.
—Señor, lamento la interrupción. El señor Bernardo Mazza está aquí y solicita reunirse con usted.
Corleone se mantuvo inmóvil, pero su mente se puso en alerta al escuchar aquel nombre. No podía ser una coincidencia que Bernardo estuviera allí. No con todo lo que estaba ocurriendo. Se preguntó si acaso él había descubierto algo y de ser el caso qué estaba tramando.
—Déjalo pasar —ordenó.
El secretario asintió y desapareció por la puerta. Algunos minutos más tarde, Bernardo Mazza hizo su entrada. Corleone se puso de pie de inmediato, su rostro carente de toda emoción.
—Bernardo —saludó con cortesía, extendiendo la mano.
El hombre cruzó la oficina con pasos pausados y le devolvió el apretón. Tenía una sonrisa en el rostro que podría haber pasado por amistosa de no ser por su mirada era calculadora.
—Gracias por recibirme —dijo el hombre, dejándose caer con