Caterine dejó el test de embarazo a un lado y se mojó el rostro con agua fría, intentando calmarse.
No podía estar embarazada… ¿verdad?
Respiró hondo y trató de pensar con claridad. Las náuseas, el cansancio constante y el retraso de casi dos semanas debían tener otra explicación. Había estado bajo muchísimo estrés, y eso podía estarla afectando.
Sí, había olvidado acudir a su ginecóloga para la inyección trimestral, pero se suponía que su cuerpo necesitaba más tiempo para volver a su estado normal antes de que pudiera concebir. Su médico se lo había explicado cuando empezó a utilizar las inyecciones, aunque también le había dicho que no era igual para todo el mundo.
Las últimas semanas habían sido demasiado agotadoras, y ni siquiera se había dado cuenta de su retraso hasta esa misma mañana, cuando Rosa le comentó que estaba enferma. En ese instante, un escalofrío le había recorrido la espalda mientras repasaba las fechas en su mente.
¿Cómo demonios había podido olvidarse de ir al gin