Me di cuenta enseguida que ese hombre intentaba deslizarse bajo mi piel con sus dulces palabras, sus devotas atenciones y la forma en que dulcificaba su oscura mirada cuando me veía... Todo con la intención de arrastrarme a una extraña manipulación, como un veneno de lento efecto, pero capaz de doparme y volverme una tonta.
Así que, cuando, besándome como un loco en se jardín, trató de envolverme en su red para que accediera a volverlo mi único contacto a cambio de mi celular, planté una firme palma en aquel pecho bien trabajado y alejé sus labios de los míos.
Aún acalorada por el ardor de ese beso, pronuncié una única y definitiva palabra.
—No.
Me sonrió, como sí me comprendiera. Y no volvió a tocar el tema, pero tampoco obtuve mi celular de regreso. Simplemente lo dejó estar y continuó a mi lado, simplemente sentado en aquel bonito jardín. Tampoco insistió en besarme de nuevo.
Pero aquel primer beso ya había cambiado la situación. No supe cómo, pero habíamos sido vistos por paparazzi