Mientras caminaba por los corredores iba planteándome un sinfín de interrogantes.
¿Cómo era posible que fueran así de irónicos? ¿Por qué evitaban a toda costa hablar de los malditos chupasangre? ¿Tanto miedo podían tenerles? Aunque más que temor, mostraban más bien una especie de pánico tan solo mencionarles la palabra nocturnos.
Mis ideas se exasperaban cada vez más cuando notaba cómo una persona evadía el tema. Estaban logrando que me pusiera frenética.
Me encontraba por abrir la puerta de la oficina cuando de repente la abren por mí y fue entonces cuando nos encontramos de frente.
— ¿Sol?
— ¿Mh? ¿Esteban?
— ¿Qué pasó? ¿Estás bien? — me preguntó con una preocupación que me pareció algo exagerada, a pesar de saber que no lo hacía con mala intención. Realmente lucía preocupado. Pero yo era una persona fuerte, mi sangre hería vampiros y había incluso liquidado a uno por mí misma… claro, aunque eso él lo desconocía en lo absoluto…
Borré la sonrisa que se me había escapado al perderme ent