Fue en un abrir y cerrar de ojos lo que duró la calma. Cuando al fin estaba por conciliar el sueño, ya había alguien llamándome con insistencia.
— Sol… Sol… Vamos dormilona, despierta. — era su voz… ¡Era ella!
— ¿Luna?
— Sol, despierta. Son las cuatro de la mañana y tengo que hacerte unas preguntas. — me dijo Hernán mientras me sacudía un poco de los hombros.
— Ah… Si, de acuerdo. — contesté mientras intentaba despabilarme, tragándome el recuerdo de la voz de mi propia hermana que por un instante había oído… o al menos eso me pareció por un breve y maravilloso instante.
— Primera pregunta: ¿Cómo te llamas?
— Sol Serazu. — le contest&eacut