—Me duele, Ramiro, no es eso…
—No, primero tienes que…
—Ramiro, ¿no tienes muchas ex?
La luz cálida iluminaba el rostro de Ramiro, y una fina capa de sudor perlaba su frente.
—No, solo tú.
Camila se quedó paralizada.
¿Entonces cómo era eso de que él la “enseñaba” a lidiar con ex?
Los ojos negros de Ramiro se llenaron de una sonrisa, y su voz junto a la oreja de Camila se volvió más grave.
—Camila, tienes que enseñarme.
La mente de Camila se quedó en blanco. Todo lo que siguió fue un caos absoluto.
Frente a frente con la frente de él rozando la suya, los ojos de Ramiro ardían intensos, casi quemando.
Su voz grave y suave la envolvía como un susurro que hechizabamila:
—¿otra vez?
El corazón de Camila vibró con fuerza. Extrañamente, no pudo decir que no.
A la mañana siguiente.
Camila abrió los ojos y lo vio: Ramiro.
—Es mi primera vez.
Su cerebro se detuvo un instante.
Ramiro sonrió:
—Camila, tienes que hacerte responsable de mí.
Difícil era no hacerlo.
Hasta ahora, Ramiro no había dejado