—¿Quieres probar toda la comida de Ruitalia?
Con pereza, soltó la revista, se recostó contra el respaldo del sofá y le sonrió a Samuel.
—Está bien, yo te llevo.
Lo miré, sorprendida.
¿En serio? Si Mateo siempre lo miraba con desagrado, ¿cómo es que ahora aceptaba tan tranquilo acompañarlo a comer?
Samuel volteó a verlo, muy serio:
—Entonces, te tomaré la palabra.
Mateo sonrió:
—No hay problema. De ahora en adelante, si necesitas algo, búscame a mí. Mi esposa suele estar bastante ocupada, quizá no tenga tiempo para acompañarte a probar la comida local.
Eh… ¿acaso Mateo estaba diciendo eso como si nada?
¿Yo más ocupada que un gran director como él?
A Samuel no pareció importarle ni le pareció extraño que fuera Mateo el que lo llevara.
Parecía que, mientras alguien lo acompañara a comer, le daba lo mismo quién fuera.
Le respondió con total seriedad:
—Perfecto, entonces cada vez que sea hora de comer, voy a venir a buscarte, Mateo.
—Está bien. Aunque… —Mateo habló con desgano—, cuando el r