Capítulo 971
Pero nadie contestó.

En ese momento, Mateo tomó mi mano entre las suyas.

Lo miré instintivamente.

Él no me miró; siguió mirando al frente mientras terminaba la llamada con cortesía.

Cuando colgó, yo, ansiosa, le pregunté:

—¿Cómo está Valerie?

Mateo me sonrió con calma:

—No te preocupes, los médicos le inyectaron el suero a tiempo. En una semana de reposo estará bien.

Cuando escuché eso, el peso que cargaba en el pecho por fin se alivió.

—¿Y Alan? Lo llamé varias veces y no contesta.

—Está arriba acompañando a Valerie. Seguro dejó el teléfono en el auto. Yo me quedé en el vestíbulo para que no te perdieras.

Entonces me tomó de la mano y agregó:

—Vamos, te llevo a verla.

Cuando entré a la habitación, Valerie ya había despertado.

Alan estaba a su lado, hablándole con toda la paciencia del mundo.

Le pedía que tuviera más cuidado, que pidiera al personal del set que esparciera azufre y que revisara bien los armarios antes de abrirlos.

Por lo visto, tanto él como los demás pensaban que la se
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