Le di unas palmadas en el hombro a Valerie y le aseguré:
—Tranquila, yo me encargaré de vengarte.
Ella me miró con nervios:
—No, tú no hagas locuras. Esa mujer es demasiado retorcida y maliciosa, me da miedo que...
—No tengas miedo. Si hace cuatro años me atreví a apuñalarla, ahora también sabré cómo enfrentarla. ¿Le gusta jugar sucio? Pues yo también sé jugar sucio.
Valerie se quedó pasmada, como si no me reconociera.
Yo le sonreí:
—Ya, no te preocupes por mí. Dedícate a recuperarte.
Ella se rio:
—Ahora que tienes a Mateo como respaldo, ¿cómo voy a preocuparme? Si incluso cuando te odiaba estaba dispuesto a protegerte, imagínate ahora que volvieron a estar tan unidos, pegados como dos gotas de agua. Él te cuidará aun más.
Apreté los labios:
—Para nada. Cuando me odiaba, no me protegió ni un poco.
—No, no... sí lo hizo... sí lo hizo...
Valerie se detuvo de repente.
La miré, confundida.
Ella explicó:
—En realidad Alan no quería que te lo contara. Me dijo que lo pasado debía quedar atrás