Yo me reí y dije:
—Asher, ¿por qué cambiaste de estación?
—Ah, es que la canción de hace un momento no sonaba muy bien, pensé que a usted no le iba a gustar.
—¡Bah! ¿Qué importa si me gusta o no? Con que a Mateo le guste ya está. Ponlo otra vez, que tu jefe todavía no lo ha escuchado lo suficiente.
Mateo me miró serio, como con una tormenta detrás de sus ojos.
Asher sonrió incómodo y dijo:
—Nuestro jefe no suele escuchar música.
—Ah… pero lo que quiere escuchar no es la canción en sí, sino la vocecita melosa de esa cantante. Ponme atención, vuelve a ponerlo, no lo hagas esperar.
—Esto…
Asher no sabía qué hacer. A fin de cuentas, su jefe no había dado ninguna orden. Dudó unos segundos y, viendo que Mateo no decía nada, volvió a poner la radio en silencio.
Pero en ese instante, Mateo habló en tono seco:
—¿Al final la escuchas a ella o a mí?
Asher no supo qué contestar. Dudó un momento y dijo en voz baja:
—Jefe, hace unos días usted me dijo que debía prestarle atención a la señora en todo