Mateo me dedicó una sonrisa, sin decir nada.
El tipo engreído se incomodó, así que me miró y volvió a usarme de excusa.
—Pues esta es mi cita, aunque tiene un poco de…
—¿Cita? —Mateo me miró fijamente.
Yo levanté el pecho y lo dejé mirarme, sin inmutarme.
¿No estaba fingiendo que no me conocía? Pues que no reaccionara tanto cuando escuchó “cita”.
El hombre también se quedó un poco sorprendido, pero creyó que Mateo dudaba de su gusto. Entonces explicó:
—Bah, mis padres solo quieren que me case con una mujer hogareña. La vi con un aire de esposa tradicional y pensé en probar.
—¿Esposa tradicional? —Mateo respondió con una sonrisa rara, que me dio ganas de darle un puñetazo.
El engreído siguió:
—Ella sueña con ser parte de una familia rica, incluso dice que tú la persigues. ¡Mira! Hace un momento hasta se tiró encima de ti, inventando cualquier excusa para relacionarse contigo. Es evidente que su vanidad es enorme, además de que su amiga la influye mal. Así que, por favor, no te lo tomes