Mientras dijo eso, tomó la bandeja y la llevó al cuarto.
Yo lo miré, suspiré y lo seguí.
Dejó la bandeja y ya se iba, pero lo abracé de golpe.
Él se molestó, me apartó un poco y, con voz tan calmada que no dejaba ver emoción alguna, dijo:
—Camila no está aquí, no tienes que usar esta táctica para provocarla.
Qué manera tan desagradable de hablar.
Yo, con todo el descaro, intenté acurrucarme de nuevo en su pecho.
Pero me sujetó de los hombros, impidiéndome acercarme.
Repitió con firmeza:
—Te digo que Camila no está aquí, no hace falta que...
—¿Acaso solo cuando ella está presente puedo acercarme a mi propio esposo?
Mis palabras lo dejaron atónito; y me lanzó una mirada extraña.
De verdad, hasta yo sentía que estaba actuando como alguien distinta.
Antes jamás sido tan caradura.
Definitivamente no puedo pasar tanto tiempo con Alan; ahora tanto Valerie como yo estábamos siendo demasiado despreocupadas.
Lo raro es que Mateo, siendo tan buen amigo de Alan por años, no aprendió nada de ese de