Camila tardó unos segundos en esconder la ferocidad venenosa que asomaba en su mirada.
Sonrió y dijo:
—Parece que tú y Mateo siguen teniendo una relación tan buena como siempre. Viéndolo así, Aurora, de verdad eres feliz, aunque hace cuatro años tú...
—¡Camila! —la interrumpí con una sonrisa irónica—. No hablemos de si de verdad viniste preocupada por mí, hablemos de que subiste de golpe. ¿Tú crees que es apropiado? Al fin y al cabo, esta es mi casa y la de Mateo. Aunque fueras una invitada, ¿no deberías esperar en la sala, en lugar de aparecer aquí sin permiso?
—Pero esta es la villa de Mateo. Yo soy como su hermana, yo...
—Aunque fueras su hermana de sangre, si el hermano ya formó su propia familia, hay que tener un poco de respeto. No puedes aparecer en su dormitorio así como así. Imagínate que entraras justo cuando el hermano y la cuñada están siendo cariñosos, ¿no sería muy incómodo? Y tú ni siquiera eres su hermana de verdad, solo una hermana adoptiva. ¿No es así, Camila?
—Aurora